Saturday, October 3, 2020

 

¿Reinventarse?

 

 

En los últimos meses las expresiones “reinventarse” y la “nueva realidad” han copado nuestras conversaciones. Se las aplica como producto de una constatación empírica. Para el imaginario colectivo son consecuencia lógica de la pandemia global y de los procesos de cuarentena.  Hay mucho de cierto en que la pandemia global hubiese provocado una “nueva realidad”, pero es también cierto que como civilización ya veníamos transitando hacia esa ruta. ¿Acaso no es la constante del ser humano buscar una nueva realidad?

Las expresiones señaladas atingen al individuo en dos dimensiones: de un lado, como sujeto activo y protagonista, cuando decimos “reinventarse”; y, de otro lado, como un sujeto pasivo de la “nueva realidad”, cual si ésta fuese un ente en sí mismo.

La forma en que se viene usando y promoviendo la palabra “reinventarse” ha adquirido un halo romántico. Es la solución empaquetada para todos los problemas. La pandemia ha creado una nueva realidad y como no estamos preparados para enfrentar esa nueva realidad, entonces nos reinventamos. Considero esto último una falacia. Es el individuo el que de forma constante y dinámica crea su realidad en base a sus circunstancias. La falacia dicha anida en la suposición de que previamente el sujeto ya se ha inventado, que es un producto bien definido, con un plan de vida (si fuese una organización: con una misión y visión). Y en un país en vías de desarrollo, donde ha habido un bochornoso tratamiento del sistema educativo, es correcto decir que hay muchos sujetos e incluso organizaciones que no han terminado de inventarse, que no saben cuál es su propósito o cuáles son sus habilidades y cómo sacarles mejor provecho. Es, en ese sentido, que considero peligroso promover el concepto de reinventarse como si se tratase de una solución. Si de algo ha servido la pandemia en Bolivia es para ver crudamente las deficiencias del sector público, en general, y la frágil formalidad sustentada en la base empresarial. No somos un producto acabado o inventado, ni en lo público ni en lo privado.

Con toda certeza, haciendo un análisis riguroso de los problemas económicos y sociales, encontraríamos que éstos son consecuencia de una falla del Estado y no así de una falla del mercado, pues es el diseño institucional público el que promueve o frena el desarrollo económico y bienestar social. Sin embargo, las organizaciones privadas pueden hacer mucho para impactar positivamente en el desarrollo económico y social: un claro ejemplo son los programas de responsabilidad social empresarial y, últimamente, la adscripción de las organizaciones empresariales al Pacto Global y el compromiso con los objetivos de desarrollo sostenible.

La coyuntura actual exige personas y organizaciones que sean productos acabados, que trabajen con los más altos niveles de eficiencia y compromiso técnico. En el plano individual significa desarrollar todas las potencialidades mediante el aprendizaje constante y el trabajo con la mayor ética y profesionalismo. En lo organizacional implica sofisticar la práctica, incorporando exigencias mayores que no implican trasladarlas al personal operativo como cumplimiento presupuestario únicamente, sino que deben partir desde los órganos más altos de dirección. Es necesaria la incorporación de políticas de gobierno corporativo para el plano directivo y de una gestión profesional y técnica de los asuntos corporativos en un plano ejecutivo. Esta gestión debe coadyuvar a hacer mediciones objetivas de la comunicación interna y externa, así como plantear una estrategia de vinculación con los stakeholers, esto implica el relacionamiento con la comunidad y el impacto que se logra. Eso es crear una nueva realidad, como sujeto activo, en la procura de beneficios (lucro para el privado) y bienestar social para todos.

Un gobierno corporativo bien estructurado e implementado y que englobe eficazmente a los accionistas, al directorio y a la plana ejecutiva ayudaría más a las empresas a mejorar sus ratios de rentabilidad que otras variables como los ratios de liquidez o solvencia. Hay estudios (Carlos Augusto Casas Tragadora) que afirman que de 100 empresas que mejoran su gobierno corporativo, 99% tendrán una mejor rentabilidad impactando en el retorno sobre capital, ROE, ROA y Market Cap. De ahí se desprende la importancia no solo de la implementación profesional y adecuada de un plan de gobierno corporativo, sino del acompañamiento a través de una oficina de asuntos corporativos que sea capaz de traducir las políticas del directorio y gerenciales en un plan estratégico que sea capaz de articular un discurso y acciones consistentes que respondan a las necesidades de corto y largo plazo de accionistas, empleados y consumidores.

Repetir la muletilla de reinventarse puede provocar una coartada a la imperiosa necesidad de examinar el nivel de eficiencia y profesionalismo con el que estamos desenvolviéndonos como individuos y como sociedad. La nueva realidad se trabaja, se construye; no se inventa con palabras.

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