¿Reinventarse?
En los últimos meses las expresiones
“reinventarse” y la “nueva realidad” han copado nuestras conversaciones. Se las
aplica como producto de una constatación empírica. Para el imaginario colectivo
son consecuencia lógica de la pandemia global y de los procesos de
cuarentena. Hay mucho de cierto en que
la pandemia global hubiese provocado una “nueva realidad”, pero es también
cierto que como civilización ya veníamos transitando hacia esa ruta. ¿Acaso no
es la constante del ser humano buscar una nueva realidad?
Las expresiones señaladas atingen
al individuo en dos dimensiones: de un lado, como sujeto activo y protagonista,
cuando decimos “reinventarse”; y, de otro lado, como un sujeto pasivo de la
“nueva realidad”, cual si ésta fuese un ente en sí mismo.
La forma en que se viene usando y
promoviendo la palabra “reinventarse” ha adquirido un halo romántico. Es la
solución empaquetada para todos los problemas. La pandemia ha creado una nueva
realidad y como no estamos preparados para enfrentar esa nueva realidad, entonces
nos reinventamos. Considero esto último una falacia. Es el individuo el que de
forma constante y dinámica crea su realidad en base a sus circunstancias. La
falacia dicha anida en la suposición de que previamente el sujeto ya se ha inventado,
que es un producto bien definido, con un plan de vida (si fuese una organización:
con una misión y visión). Y en un país en vías de desarrollo, donde ha habido
un bochornoso tratamiento del sistema educativo, es correcto decir que hay
muchos sujetos e incluso organizaciones que no han terminado de inventarse, que
no saben cuál es su propósito o cuáles son sus habilidades y cómo sacarles
mejor provecho. Es, en ese sentido, que considero peligroso promover el
concepto de reinventarse como si se tratase de una solución. Si de algo ha
servido la pandemia en Bolivia es para ver crudamente las deficiencias del
sector público, en general, y la frágil formalidad sustentada en la base
empresarial. No somos un producto acabado o inventado, ni en lo público
ni en lo privado.
Con toda certeza, haciendo un
análisis riguroso de los problemas económicos y sociales, encontraríamos que
éstos son consecuencia de una falla del Estado y no así de una falla del
mercado, pues es el diseño institucional público el que promueve o frena el
desarrollo económico y bienestar social. Sin embargo, las organizaciones
privadas pueden hacer mucho para impactar positivamente en el desarrollo
económico y social: un claro ejemplo son los programas de responsabilidad
social empresarial y, últimamente, la adscripción de las organizaciones
empresariales al Pacto Global y el compromiso con los objetivos de desarrollo
sostenible.
La coyuntura actual exige
personas y organizaciones que sean productos acabados, que trabajen con los más
altos niveles de eficiencia y compromiso técnico. En el plano individual
significa desarrollar todas las potencialidades mediante el aprendizaje
constante y el trabajo con la mayor ética y profesionalismo. En lo
organizacional implica sofisticar la práctica, incorporando exigencias mayores
que no implican trasladarlas al personal operativo como cumplimiento
presupuestario únicamente, sino que deben partir desde los órganos más altos de
dirección. Es necesaria la incorporación de políticas de gobierno corporativo
para el plano directivo y de una gestión profesional y técnica de los asuntos
corporativos en un plano ejecutivo. Esta gestión debe coadyuvar a hacer
mediciones objetivas de la comunicación interna y externa, así como plantear
una estrategia de vinculación con los stakeholers, esto implica el
relacionamiento con la comunidad y el impacto que se logra. Eso es crear una
nueva realidad, como sujeto activo, en la procura de beneficios (lucro para el
privado) y bienestar social para todos.
Un gobierno corporativo bien
estructurado e implementado y que englobe eficazmente a los accionistas, al
directorio y a la plana ejecutiva ayudaría más a las empresas a mejorar sus
ratios de rentabilidad que otras variables como los ratios de liquidez o
solvencia. Hay estudios (Carlos Augusto Casas Tragadora) que afirman que de 100
empresas que mejoran su gobierno corporativo, 99% tendrán una mejor
rentabilidad impactando en el retorno sobre capital, ROE, ROA y Market Cap. De
ahí se desprende la importancia no solo de la implementación profesional y
adecuada de un plan de gobierno corporativo, sino del acompañamiento a través
de una oficina de asuntos corporativos que sea capaz de traducir las políticas
del directorio y gerenciales en un plan estratégico que sea capaz de articular
un discurso y acciones consistentes que respondan a las necesidades de corto y
largo plazo de accionistas, empleados y consumidores.
Repetir la muletilla de reinventarse
puede provocar una coartada a la imperiosa necesidad de examinar el nivel
de eficiencia y profesionalismo con el que estamos desenvolviéndonos como
individuos y como sociedad. La nueva realidad se trabaja, se construye; no se
inventa con palabras.
No comments:
Post a Comment