“La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa” (Albert Einstein).
La migración no es ajena a la historia del ser humano; los grandes cambios y conquistas han implicado procesos migratorios que a su vez en la mayoría de los casos han facilitado el progreso y también la acumulación de riquezas. En lo que atinge a America la migración ha sido fundamental no solo para la fundación de las nuevas republicas sino para la creación de una nueva cultura que tiene esencia europea e indígena. Es así que los latinoamericanos entienden y han asimilado los matices culturales y axiológicos que se dan no solo en la región sino al interior de cada país. En esa lógica, Latinoamérica pese a todas sus carencias y limitaciones económicas, ha estado abierta y ha sido solidaria con los migrantes que llegaron buscando un porvenir afectados por las guerras o conflictos al interior de sus países de origen o simplemente en busca de nuevos horizontes.
Si la globalización es considerada un proceso principalmente económico, la migración es un proceso principalmente de personas y familias. Decisiones particulares y privadas que están afectando no solo las políticas públicas de los países receptores sino la economía y política de los países de origen de los migrantes. La migración en America Latina ha expuesto el hastío de la gente a la pobreza y falta de oportunidades, ha puesto en evidencia a los gobiernos e instituciones y ha planteado un debate: ¿de quién es el problema y qué se esta haciendo para atenderlo? o antes bien, ¿es acaso un problema?.
Desde la perspectiva micro, este es el escenario que en mayor o menor medida se repite cada vez con más frecuencia en America Latina: baja gobernabilidad, cuestionamientos al Estado de Derecho, falta de políticas públicas de largo alcance, baja capacidad de creación de nuevos empleos lo que se traduce en altos índices de desempleo, ineficiente infraestructura, desatención y poca inversión en salud, juventud y educación. Ante tal panorama es justificada la búsqueda de mercados laborales extra fronterizos. Sin embargo, a diferencia del pasado cuando las comunicaciones eran limitadas y dificultosas y desarraigarse era el precio de emigrar, actualmente quien emigra no pierde contacto con la familia o el país sino mas bien se convierte en una extensión, que se traduce también en una fuente económica: remesas.
En consecuencia, los migrantes no son mas aquellos individuos atomizados que abandonan su país, son un conglomerado cuyas acciones gravitan en lo económico y repercuten en lo político. Aplicando una visión simplista, la migración per se no es un problema para los países de los migrantes, al contrario desde el punto de vista económico ha sido un desahogo a la presión a la que se ven sometidos los Estados para la atención y provisión de servicios públicos y demás y las remesas se han convertido en una importante fuente de ingresos nacionales, llegando a equipararse con las exportaciones. En esa lógica, todo estaría bien de no ser por la contingencia social que genera la migración: familias fragmentadas y disfuncionales, economías familiares dependientes y de consumo, pérdida de mano de obra calificada y la llamada “fuga de cerebros”.
En el ámbito macro, la globalización ha ocasionado mayor dinamicidad en los mercados laborales, por lo tanto la demanda y consecuente oferta de empleos es también mayor y más flexible, la competitividad pasa por la rápida adecuación a las exigencias de los diferentes mercados, ya sea en cuanto a calificaciones especiales como puede ser el caso de quienes dominan un oficio (mecánica, carpintería, etc.), profesión o técnica o simplemente de aquellos con necesidad de trabajar y que son competitivos por el precio de sus servicios. En este aspecto los migrantes entran a competir, ahora bien, dadas las condiciones políticas y como producto de los procesos de integración regionales en cada continente que suponen ventajas para unos y restricciones para otros; los migrantes latinoamericanos en su mayoría alimentan o cubren la demanda del mercado pero desde la esfera de lo para legal. Es decir, no gozan en la mayoría de los casos de los beneficios sociales y su participación tributaria no es del todo completa, los migrantes en estas condiciones casi pasan a no ser reconocidos como sujetos de derecho. Producen riqueza pues su trabajo es indudablemente valuado y están insertos en las cadenas de producción en las economías que se establecen, pero los migrantes tienen un costo oculto y difícil de calcular para estos Estados. Además los Estados receptores deben lidiar con el rechazo social que raya inclusive en la xenofobia como consecuencia de los procesos migratorios.
Entonces cuál es el problema de fondo, es la ausencia de desarrollo con equidad y oportunidades plurales efectivas.
Los procesos migratorios son fenómenos cíclicos no exclusivos a una cultura o región determinada pero si comunes a la historia de la humanidad, entender que en principio y en fin se trata de seres humanos con necesidades particulares no satisfechas ayudaría a buscar soluciones y prevenciones de largo alcance. Asimismo, las respuestas deben venir de las partes interesadas y afectadas y deben contemplar planes y proyectos concretos que impliquen a los nacionales de un país y sean percibidos por los mismos. Como pocas veces en el pasado, confluyen en el presente coyunturas excepcionales que deberían ser tomadas como campos positivos de oportunidad: gobiernos elegidos democráticamente, demanda internacional de productos alimenticios y materia prima y sobre todo existe en Latinoamérica una joven generación que ha crecido en democracia y ha sido expuesta a los beneficios de un mundo globalizado: información y conocimiento
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Excelente análisis.
ReplyDeleteDeberías escribir más seguido.